29 de abril de 2012

¿Nazis en el museo?


Tal vez una de las historias más escalofriantes que guarda el Museo de Ciencias Naturales de La Plata es la de los aborígenes capturados durante la Conquista del Desierto, que fueron tomados prisioneros y luego llevados a este edificio del bosque platense para pasar allí sus últimos días. Tras su muerte, los esqueletos de los fallecidos fueron puestos en exposición o guardados en cajones, en donde permanecieron durante décadas hasta que en la década de 1990 estos restos comenzaron a ser identificados y devueltos a sus tierras, en parte gracias al trabajo del grupo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social).

Los trabajos realizados por este grupo se mencionaron en diversos medios de comunicación, e incluso realizaron un libro titulado “Antropología del genocidio”. En el anexo de dicha obra, al igual que en una nota publicada en abril de 2008 en la revista La Pulseada, se menciona otro hecho extraño ocurrido en el museo: La aparición de cruces esvásticas en los sótanos donde se guardaban estos restos humanos.

Este símbolo relacionado al nazismo apareció como unas marcas recientes en la mesa de la biblioteca, inscripciones con pintura en aerosol en varias cajas y también cruces en viejas latas de combustible.

Estos cajones estaban llenos de restos humanos; en ese contexto es más violento todavía”, recuerda Patricio Harrison: “No es que estaban en un rincón: estaban en utilidad. Cuando investigadores solicitaban los restos de pueblos originarios, los buscaban ahí. Lo primero que veías eran cajones con svásticas, llenos de cráneos. Es una imagen muy fuerte, sobre todo por la historia que tiene el Museo y el origen de estas colecciones de restos humanos”. “Más allá de que no pudimos detectar fehacientemente su origen y su fecha de ingreso al Museo, eran conocidos en la mitología del Museo de La Plata como los cajones nazis. Todos los investigadores se referían así”, cuenta Fernando Pepe, otro integrante de GUIAS.

Se pudo comprobar que las esvásticas de las latas de combustible no pertenecían al nazismo (ideología que se hace famosa en la década de 1930), sino que eran el logo de la compañía Anglo Mexican Petroleum Products, que distribuyó estos envases entre las décadas de 1920 y 1930.

Otro de los indicios de las conexiones con el nazismo citados por la revista La Pulseada es la vinculación con Alemania de quien fue director de la sección Antropología: Robert Lehmann-Nitsche, y la designación del austriaco Oswald Menghin como profesor en el año 1957, quien había sido Ministro de Educación de su país durante la anexión a la Alemania nazi.

El antropólogo argentino Julián Cáceres Freyre, que afirma que el antropólogo alemán fue presionado para que colaborara con los servicios de inteligencia de su país. “Comentan que trabajó los últimos ocho años de su vida a los servicios de las SS, y que murió allá en Alemania...”.

Luego de esta nota publicada en la revista La Pulseada, la arqueóloga Ana Igareta, quien está a cargo del depósito 25 del Departamento de Arqueología del Museo de Ciencias Naturales, hizo sus declaraciones al respecto: “Los que trabajamos hace años tratando de mantener los depósitos estamos indignados. No sólo por la impune manipulación de la información sino también por la incapacidad de diferenciar una esvástica hitleriana, o sea una esvástica sinistrógira, de un símbolo milenario de buena suerte, una esvástica dextrógira, utilizada en la India, Tíbet, Nepal y otras partes de Asia”. “El museo nunca tuvo presupuesto para tener cajones propios y siempre se usó lo que se tenía a mano”, acota Igareta. Cajas de bananas o de azúcar que contienen piezas arqueológicas lo confirman. “Estas no son esvásticas nazis. Los cajones eran de una empresa mexicana que se fusionó con otra de venta de petróleo de origen persa”.

En cuanto a los cajones que tienen una esvástica pintada con aerosol, Rodolfo Raffino, jefe del Departamento de Arqueología dice: “Son de hace menos de 30 años porque recién hace tres décadas que se usan estos aerosoles”. “No vamos a destruir esos cajones. Vamos a investigar cómo aparecieron acá”.



Fotos:
1. Museo de La Plata.
2. Las “cajas nazis” encontradas en el museo, con la cruz esvástica, logo de la empresa Energina.
3. Robert Lehmann-Nitsche y Oswald Menghin.
4. Rodolfo Raffino, jefe del Departamento de Arqueología, junto a las “cajas nazis”

Fuentes:
“Mitos y verdades sobre la presencia de nazis en la institución platense”, revista La Pulseada, abril de 2008
“El misterio de las cruces esvásticas”, Crítica Digital, 4/5/2008
“Antropología del genocidio. Identificación y restitución: 'Colecciones' de restos humanos en el Museo de La Plata”, Grupo GUIAS

22 de abril de 2012

La viuda negra

Los que la vieron caminando por el barrio de La Loma, cuentan que apareció por la zona de repente y de la nada. En Tolosa, los vecinos testimonian haberla visto en varias calles a la vez, y todas al mismo tiempo. La descripción es casi la misma: una mujer alta, delgada y enteramente vestida de negro; de los pies a la cabeza. Algunos dicen que lleva un sombrero con ala y un tul cubriéndole el rostro. La llaman la viuda, y es todo un misterio.

La primera historia de la viuda la refirió un taxista. Dijo que lo sucedido fue tan real que, durante años -hasta que pintaron la pared- si alguien buscaba pruebas, lo único que tenía que hacer era mirar un dibujo estampado en cierto muro del cementerio.

Todo empezó en una tarde de lluvia, casi de nochecita. El taxista venía trabajando desde la madrugada. Había resuelto hacer un último viaje y luego regresar a su casa. Fue en ese momento, cuando todavía circulaba por las calles del centro, que lo detuvo una mujer. Vestía de una forma llamativa: sombrero negro, abrigo negro, zapatos negros, guantes negros. Hasta entonces, el taxista nunca había escuchado hablar de la viuda, por eso frenó el auto y la levantó. La mujer se acomodó en el asiento trasero y, con voz grave y seca, dijo: “Al cementerio”. El taxista cayó en la cuenta de que, a esa hora, el cementerio estaba cerrado. A la pasajera pareció no preocuparle ese asunto; le indicó al conductor que no se detuviera en la entrada principal y que siguiera por un callejón paralelo, rodeando el largo paredón. La mujer pagó el viaje y descendió frente a la puerta. Pero no intentó cruzarla, pasó de largo y continuó caminando hacia el fondo de la calle, pegada a la pared. El taxista la miró intrigado por el espejo retrovisor, mientras la silueta empezaba a perderse en las sombras. De pronto, la vio detenerse frente al paredón y después, como si su cuerpo pudiera disolverse, la mujer atravesó la pared en dirección al cementerio. Un segundo después, la calle estaba vacía. Espantado, el hombre dudó entre haber presenciado algo siniestro, o haber sufrido una ilusión óptica.

No aguantó quedarse con la intriga. Dio marcha atrás y en el paredón, justo en el sitio ese, se encontró con un manchón inquietante, como recién estampado. Era la imagen en tamaño natural de la mujer de negro. Hasta el ramo de flores se veía.

Otra vez la vieron en Berisso, pero no fue una sola sino que fueron dos las mujeres vestidas de negro. Caminaban muy juntas, porque se desplazaban leyendo el mismo libro. Tan concentradas iban en la lectura que ni siquiera miraban dónde apoyaban los pies. Ni falta que les hacía porque -y eso sí que parecerá bien extraño, pero fueron varios los vecinos que las vieron- las dos levitaban a unos diez centímetros del suelo.

Algunos dicen que cuando la viuda aparece es que está anunciando alguna desgracia. Otros, por el contrario, aseguran que ver a la viuda les trajo suerte.



Fuente:
"La viuda negra", revista Tiempos, 28/11/2004

14 de abril de 2012

El sacerdote blanco


No encontré mucha información sobre este mito aunque lo he escuchado varias veces entre los platenses, aunque es a veces opacado por los otros mitos que se cuentan en Plaza Moreno. En este caso dejo el relato de la escritora Graciela Falbo publicado en la revista Tiempos el 28 de noviembre de 2004:


"Un antiguo mito platense asegura que, si cruzás a la medianoche por el centro de la Plaza Moreno y justo en ese momento el reloj de la Catedral toca sus campanadas, se te va a aparecer un sacerdote vestido todo de blanco, que se te acercará muy lentamente. Aunque es sólo una leyenda urbana, nosotros, de noche, elegimos caminar un poco de más y atravesar la plaza por la vereda de enfrente."

8 de abril de 2012

La aparición de la Vírgen de Lourdes

En 1992 una noticia conmocionó a la ciudad de La Plata y luego recorrió el país. Una alumna del Colegio Nuestra Señora de Lourdes (38 entre 18 y 19) afirmó haber visto la imagen de la Virgen en uno de los vidrios de su aula.

Años más tarde, el padre Agustín Luchino, relata cómo fue aquel milagro:

"Cuando vinieron a decirme que en el vidrio del aula de 7mo grado, que daba al patio, una nena había visto la imagen de la Virgen fui inmediatamente. Me puse a observar, detenidamente, pero la verdad es que no advertía nada en ese vidrio. Recuerdo que había maestras llorando, abrazándose, pero yo no veía nada. El segundo día, de lejos y de cerca lo mismo, el tercero me prestaron prismáticos, pero todo seguía igual. Entonces, al cuarto día, en una misa comunitaria ante la feligresía dije: bueno a mí me dicen que se ve la imagen de una virgen en una ventana de 7mo grado, enhorabuena... Es como si yo me pusiera delante de una imagen para concentrar mi atención y rezar. En ese momento me di vuelta, levanté la vista y los rostros de los fieles estaban decepcionados. No sé que habrán pensado, pero yo no podía mentir, la gente me miraba como a un cura testarudo".

"Seguí mirando al vidrio, siempre. Fue al cuarto día, después de esa misa, que me paré frente a esa ventana y pude ver nítidamente la imagen de la Virgen. Estaba con las manos extendidas, y entonces me hice la idea de que ese vidrio había que llevarlo hacia la gruta, no lo podíamos dejar en la escuela. Pues después la volví a ver una y mil veces, pero con las manos juntas e inclinadas, indicando el camino...Y hacia allí fue, a la gruta".

"Estoy completamente convencido que vi a la virgen, además guardo en el corazón todos los testimonios recibidos, sin dudas, fue un milagro".



Fotos:
1. Iglesia Nuestra Señora de Lourdes en La Plata

Fuentes:
"'El milagro' de la virgen del vidrio", diario El Día, 19/8/2005
"Lourdes celebra un record de su párroco de siempre", diario El Día, 22/12/2005

1 de abril de 2012

La casa sangrante

Esta historia fue publicada en la página "akasico.com", y la transcribo a continuación:


Durante varios días, un líquido encarnado comenzó a manar de paredes, suelo, mesas, sillas y diversos enseres de una vivienda de La Plata (Buenos Aires). Los expertos que estudiaron el desestabilizador fenómeno no encontraron ninguna explicación, a pesar de los múltiples análisis realizados, cuyo resultado más notable fue que el fluido era sangre humana.

A las 7: 30 del 15 de noviembre de 1986, Luis Abraham Fersko, fotógrafo de origen polaco, fue a buscar el periódico como cada mañana, mientras su esposa, Cipriana Núñez, y una amiga de ésta, Blanca Luz Rodríguez, adecentaban el negocio familiar: un laboratorio fotográfico situado en la propia vivienda de la pareja, en el número 1310 de la calle 54, en la ciudad argentina de La Plata (provincia de Buenos Aires).

Nada más entrar, observaron, atónitas, que un líquido rojizo manaba de las baldosas. Los gritos de Cipriana y Blanca alertaron al joven Óscar Máximo Fersko Núñez, el hijo de la primera, que se encontraba acostado a causa de una lesión en un tobillo. Se incorporó lo más aprisa que pudo y acudió raudo al lugar del que procedían los gritos, temiéndose que las mujeres estuvieran sufriendo algún tipo de agresión. Cuando le contaron lo ocurrido, el muchacho miró a su alrededor y, por vez primera, contempló el horrendo «espectáculo». El fluido seguía brotando sin parar, dirigiéndose hacia el fondo de la casa, como si una fuerza invisible trazara un determinado sendero. «Puerta abierta, puerta donde se metía aquello –nos comentaba Óscar–, que tenia toda la apariencia de sangre. Pero lo más sorprendente es que pudimos ver cómo el fluido también salía de una mesa». Cuando limpiaban el líquido, surgía de nuevo, por lo que concluyeron que se encontraban ante un fenómeno muy extraño. A los pocos minutos, a causa de los gritos, varios vecinos se personaron en la vivienda. Poco a poco, se fueron amontonando docenas de curiosos, deseosos de observar el misterioso suceso. En los días siguientes, cientos de vecinos de la localidad argentina se acercaron a la que ya era conocida como la «casa de la sangre».