24 de abril de 2011

Historias del cementerio de La Plata (parte II)

El mes pasado publiqué la primera parte y hoy dejo la continuación de las historias del Cementerio de La Plata, escritas por Olga B. Flores en su publicación Anécdotas y mitos que involucran a muertos... y vivos. Nuevamente gracias a yoti por la foto :-)




Volver de la muerte
En las primeras
décadas del siglo pasado, un empleado advirtió que en una de las bóvedas había un cajón en el piso. En el intento por averiguar lo sucedido, retiró la tapa y se encontró con el cuerpo –fallecido el día anterior– rasguñado, golpeado y con restos de astillas del ataúd entre las uñas. Fue un calco de las peores pesadillas literarias de Edgar Allan Poe; un médico confirmó que el hombre, que sufría de epilepsia, había muerto de un paro cardíaco, pero, al cabo de unas horas, el corazón le había vuelto a funcionar, para volver a detenerse en el desesperado intento de huir de su lúgubre encierro.


Raras costumbres
Cuentan que, durante varios años, una señora iba al cementerio con una radio cada vez que jugaba Gimnasia y Esgrima de La Plata. Una tarde, uno de los empleados dialogó con ella y le contó que encendía el aparato al lado de la tumba, para que escuchara su papá, que era fanático del “Lobo”. También le prendía un cigarrillo, ya que cuando jugaba el cuadro de sus amores fumaba mucho.

17 de abril de 2011

Las estatuas perdidas del observatorio

En el Paseo del Bosque se encuentra el Observatorio Astronómico de La Plata, que comenzó a edificarse en 1884 bajo la dirección del astrónomo francés Francisco Beuf, quien colaboró tanto en la construcción como en el diseño junto al arquitecto Benoit.

Su construcción finalizó unos años d
espués, pero extrañamente en el edificio principal nunca aparecieron las seis esculturas que figuraban en el proyecto original. Actualmente allí sólo se pueden ver los nichos vacíos con los nombres de los científicos que iban a ser homenajeados: Johannes Kepler, Isaac Newton, Galileo Galilei, Pierre Simon Laplace, François AragoWilhelm Bessel.
Durante muchos años nadie supo nada acerca de estas esculturas, y de allí surgieron varias leyendas. Una de ellas decía que las estatuas habían naufragado junto al barco que las traía de Europa, en el cual también eran transportados vitrales para la Catedral. La otra afirmaba que el navío había encallado en Uruguay, en donde fueron desembarcadas para quedarse allí definitivamente. Gracias a una investigación realizada hace pocos años, pudo resolverse este enigma. Se hallaron documentos que registran que Beuf había encargado las obras al escultor francés Henri Allouard, quien aceptó el trabajo y le envió bocetos de cómo serían. Pero luego el director del observatorio murió y las nuevas autoridades le respondieron a Alloard que no disponían del dinero para pagar las esculturas, por lo que nunca fueron traídas hasta La Plata.Luego de hallar estos documentos junto a los bocetos enviados por Allouard, se creó el “Proyecto Beuf”, con el fin de encontrar artistas que pudieran realizar las obras faltantes en el edificio del observatorio. Hubo consultas a muchos escultores para realizar este trabajo, cuyas propuestas fueron incluidas entre los proyectos que tiene el Consejo Académico de la facultad.



Adjunto a continuación algunas de las cartas que fueron halladas y ayudaron a desmentir las leyendas de las esculturas (click en cada una para verla más grande):


  • Carta de Allouard al director del observatorio:
    París, 1º de octubre de 1902
Sr. DirectorComo complemento a la carta que el Sr. Fressinez del Observatorio de París debió haberle escrito en estos días con respecto a la decoración del Observatorio Astronómico de La Plata, me permito escribirle estas líneas.Le envío incluidas aquí, las fotografías de los pequeños esquicios que había hecho a pedido de su antecesor, el Sr. Beuf. No son más que simples proyectos a los que no hay que darles demasiada importancia. Las figuras tendrían 2m.50cm de altura, incluyendo el zócalo, ya que si mal no recuerdo los nichos tienen 3m de altura.
Estas figuras costaríanEn mármol blanco claro 13500F cada unaEn bronce 9000FEn piedra dura 11000FEn piedra blanda 10000FEl embalaje está incluido en el precio.Las estatuas elegidas por el Sr. Beuf, eran las de Newton, Laplace, Keppler, Arago, Galileo y Le Verrier.Si usted se decidiera a encargármelas, le agradecería, Señor, me enviara con precisión la forma de los nichos con sus medidas exactas.A la espera de su respuesta, le ruego Sr. Director, acepte mi más distinguida consideración.Sr. Allonard

  • Carta de París para el director del observatorio:

París, 12 de octubre de 1907.

Señor Director,En respuesta al deseo que usted tuvo a bien expresarme, de conocer lo que había proyectado su antecesor, el Sr. Beuf, para la decoración exterior del Observatorio de La Plata, tengo el honor de transmitirle la siguiente información.
Se había acordado que se adquirirían 6 estatuas, para ello se habían solicitado precios y esquicios a un escultor francés de gran talento, el Sr. Allonard, domiciliado en París, en la calle Vavin nº 28 bis.Personalmente muy unido al Sr. Beuf, me presenté con él en el estudio de este escultor, y había quedado claro que el encargo de las estatuas en cuestión, se le haría a este artista que ya había presentado los esquicios de las 6 estatuas.La altura de las estatuas debía ser de 2,50m, incluyendo el zócalo, ya que la altura de los nichos se había informado de 3 metros.El precio de cada estatua, en mármol blanco claro de buena calidad, se había fijado en 13.500F, incluyendo el embalaje, es decir, en números redondos, para las 6 estatuas: 80.000 francos. En bronce, el precio indicado era de 9.000F cada una, incluyendo el embalaje.Si usted tuviera la intención de retomar este asunto con el Sr. Allonard, habría que enviarle el plano y el perfil de los nichos y ponerse en contacto con él. Es un artista sobresaliente, que obtuvo aquí, los más altos reconocimientos; fue presidente del Jurado en las Exposiciones, es oficial de la Legión de Honor y presenta los mejores avales en todos los informes.El Sr. Allonard podría además, mandarle los esquicios que había sometido a consideración del Sr. Beuf; todavía los tiene en su posesión. Se trataba, si no me traiciona la memoria, de representar a Copérnico, Kepler, Galileo, Newton, Laplace, Arago.Tenga a bien, Señor Director, considerarme a su entera disposición y aceptar mi más distinguida consideración.[Firma]
Secretario del Observatorio de París.Para el Señor F. Porro di Somenzi,Director del Observatorio Astronómico de La Plata.

  • Nota de que la facultad se encuentra sin fondos para adquirir las esculturas:


Marzo 9 de 1909.
No disponiéndose de fondos para el objeto expresado. Archívese






Fotos:
1. Nichos vacíos en el observatorio si las estatuas, que siguen ausentes.
2. Fotos de los bocetos de las estatuas, enviados hace más de 100 años (De izquierda a derecha y de arriba abajo: Arago, Galileo, Keppler, Laplace, La Verrier, Newton)
3. Carta de Allouard al director del observatorio
4. Carta de París para el director del observatorio.
5. Nota de que la facultad se encuentra sin fondos para adquirir las esculturas.

Fuentes:

"Esculturas misteriosas en el observatorio", Diario Hoy
"El misterio de las esculturas", La Plata Mágica
Página del Museo de Astronomía y Geofísica de la UNLP

10 de abril de 2011

El misterio del piano

Esta historia es una publicación que se hizo en el diario Hoy, sobre una de las historias que cuenta Ramón D. Tarruella en su libro “Mitos y leyendas de La Plata”:


La siguiente leyenda tuvo lugar, dicen, en la plácida localidad platense de City Bell. Entre el trinar de los pájaros y el suave quejido de los árboles mecidos por el viento, hizo su aparición en el barrio una extraña familia que llamó poderosamente la atención de los vecinos.

Parecían salidos de una película de la Segunda Guerra Mundial. Los cuatro eran muy blancos y tenían un aspecto como de refugiados de Europa del Este. La mujer con un pañuelo negro en la cabeza, el marido robusto, al frente, llevando dos valijas enormes, y los dos pequeños hijos, de aspecto frágil y asustadizo, portando pequeñas maletas y tomados de las férreas manos de su madre.

La llamativa familia se instaló en una casa modesta con entrada para auto y patio, en la calle Boston, en una época donde abundaban los terrenos baldíos y City Bell todavía no presentaba en todo su esplendor la opulencia de los caserones y chalets contemporáneos.

“Eran tiempos en que a la calle Boston entre 1 y 4 se la llamaba ‘el suburbio’. Apenas caían dos gotas y la zona se volvía un barrial, con esquinas inundadas y frecuentes cortes de luz”, señaló Ramón Tarruella, qué desarrolló esta leyenda local en su libro Mitos y Leyendas de La Plata, Breves historias urbanas.

Luego de instalarse en “el suburbio”, la presencia de esta llamativa familia comenzó a generar comentarios encendidos de los vecinos del barrio. Algunos aseguraban que eran nazis escapados de la guerra, otros especulaban que eran miembros de la nómade nación gitana, otros, un tanto asustados, decían que eran miembros de una secta.

Los comentarios de los vecinos eran tan abundantes como escasos los movimientos de la familia. Por lo que se sabía, el padre trabajaba de sol a sol y nunca, o casi nunca, estaba en casa. La mujer, siempre vestida con ropa anticuada de riguroso negro, daba un aspecto duro y un comportamiento ermitaño. Los niños, un varón y una nena, parecían dos blancos angelitos con un frágil temple al estilo de la porcelana. Por orden de la madre jamás salían a la calle, hecho que generó la intriga de los chicos de barrio.

Cada tanto, de entre las cortinas que cubrían las ventanas delanteras de la casa, se vía asomar la nívea cara del muchachito de la casa. Tenía los ojos saltones, la expresión temblorosa y asustadiza y de vez en cuando miraba a los chicos mientras jugaban en la calle.

Este llamativo vigía despertó la curiosidad de los chicos, quienes, debido a su aspecto trémulo y pálido, inmediatamente pensaron que estaba poseído por el diablo o había sido vampirizado por una fuerza maligna.

Una tarde, mientras los chicos jugaban en la vereda, comenzó a oírse a lo lejos el asordinado sonido de un piano. Se trataba de una melodía maravillosa, hipnótica, que logró detener el fútbol y los juegos de esa tarde para ir en la búsqueda de la fuente sonora.

Como atraídos por un imán, los chicos fueron avanzando hasta llegar al portón de la extraña casa que albergaba a la familia más insólita del barrio. Allí descubrieron que la ejecutante de esos encantadores acordes y subidas era la niña de la casa, que mataba sus horas de encierro tocando increíbles melodías llenas de expresividad y sentimiento.
No faltó chico del barrio que no se enamorara secretamente de esta princesita extranjera y soñara liberarla de su condenado encierro.

Sobre la extraña familia se decía que eran nazis, miembros de una secta del mal o hasta extraterrestres que estaban cumpliendo una secreta misión citybelina.

Los rumores siguieron aumento, pero un día, sin que nadie lo notara, la familia se fue de la casa. Desde afuera sólo se veía un renault 12 sin las cuatro cubiertas y se escuchaba el firme ladrido de un perro en el fondo de la casa.

“Pasó el tiempo y la casa siguió cerrada, el piano en silencio, el auto en el mismo lugar y la familia sin aparecer. Lo que ya no se escuchaban eran los ladridos del perro”, contó Tarruella.

Los chicos del barrio decidieron entrar hasta el fondo de la casa para comprobar si se habían llevado al perro. Fueron avanzando lentamente hasta que un olor nauseabundo los alertó de la suerte que había corrido aquel animal. Cuando llegaron hasta el patio trasero descubrieron al can en completo estado de descomposición, agusanado y aún atado a la cadena de la que nunca se pudo zafar.

“Eran nazis nomás. Está claro, los nazis odian a los perros, por eso se explica lo que le hicieron a este pobre pichicho”, dijo un viejo vecino consternado.
Desde aquel día, la casa abandonada pasó a ser un centro de reunión cotidiano. Utilizaban toda la superficie del patio circundante para jugar, pero nunca entraban a la casa.

Un día, en medio de una tranquila tarde en la que no se oían más que el gorgojeo de las aves, el sonido de una sirena alteró la mansedumbre de la zona.

Una dotación de bomberos se hizo presente en “el suburbio” y fue directo a la casa abandonada que había sido refugio de esa extraña familia. Frente a la vivienda se ubicaron los vecinos del barrio y vieron cómo las llamas consumían todo.

Un tiempo después, los chicos entraron nuevamente a la casa. Recorrieron ambiente por ambiente y observaron cómo el fuego había quemado todo. Pero al llegar a una sala, un hecho inesperado heló la sangre de los presentes: el piano de cola, el mismo al que niña lograba sacarle dulces fraseos, estaba en perfecto estado. El fuego, que todo lo había destruido, pasó por alto el instrumento y dejó intacto el recuerdo de las melodías que ejecutaba la niña y de su extraña y misteriosa familia.


Fuentes:
"Mitos y leyendas de La Plata", Ramón D. Tarruella
"La eterna melodía del piano", Revista Tiempos, 18/3/2007
"Una extraña familia que se esfumó", Diario Hoy, 31/1/2010

4 de abril de 2011

El vaciado del lago


Hoy les dejo una pequeña curiosidad que leí sobre el lago del bosque, del libro "100 años de vida platense": 

En la calle 54 al 300 vivía un matrimonio mal avenido. No sería nada raro en la agitada vida platense, si no hubiera sido porque una noche apareció el duelo de la casa gravemente herido, con el cráneo roto por una hachuela, lo que le causó la muerte, sin que recuperara el conocimiento. Acusadas su esposa e hija se las sometió a prisión preventiva como presuntas autoras del hecho.
Los primeros indicios hacían presumir que ambas mujeres estaban seriamente comprometidas con el macabro suceso, ya que no había habido robo y el móvil aparecía como típicamente pasional. Pero debía ser encontrada la hachuela que, según los peritos, era el arma con que había sido ultimada la víctima. Hubo sospechas de que se podía hallar en el fondo del lago del bosque. A grandes males, grandes remedios: Se decidió vaciarlo. Pocas personas vieron el operativo de cerca, porque no faltaban graciosos que querían arrojar hachuelas para despistar a la policía. Los peces siguieron vivos, debido a que quedó agua alrededor de la isleta central, que es la parte de mayor profundidad. Como era un espectáculo surrealista, el lago de los enamorados que fuera cantado por Arrieta y López Merino, mostró su triste intimidad de botellas rotas, latas oxidadas, zapatos, animales muertos, como en un verdadero basural. Lo que no apareció por ningún lado fue la hachuela, y las investigaciones continuaron sin poder llegar al cierre. El fiscal entendió que correspondía prisión perpetua para las implicadas, pero el juez Omar Ozafrain, las absolvió basándose sobre el principio de "in dubio, pro reo", ya que en el caso se encontró indicio próximo o probable, según la doctrina, pero no la plena prueba.
Los platense que ya peinan canas siguen discutiendo el caso, y hay numerosas conjeturas que quedaron para siempre en el aire o escritas en las aguas lacustres. En materia de crímenes espectaculares, el mentado caso, que fue tema excluyente en 1964, ha sido registrado en la memoria de la ciudad, que de tanto en tanto, lo reactualiza.

Fuentes:
"100 años de vida platense", Ricardo Soler